“Una persona, señor, se malea sin darse cuenta. Una chica bonita le hace perder la cabeza, se pelea por ella, ocurre una desgracia, entonces tiene que ir al monte, y el que era contrabandista se convierte en asaltante de caminos sin ni siquiera darse cuenta”, nos avisa la cita de Prosper Merimée que abre el libro. Y ése es, en efecto, el meollo de la historia que nos cuenta Tximino, el paralítico aficionado a la lectura: cómo se malea, se hace cruel y ladrón, sin otra alternativa, Antonio Maria, el hombre que volvió a ser niño cuando fue abandonado por su mujer. Conocerá la cárcel y tendrá que cuidarse de las traiciones que sufrirá en bosques y cuevas por parte de su propia partida de ladrones. De una diligencia a otra, de un caballo a otro, empezando en Sevilla y terminando en Bayona, el ambiente oscuro de la época de las Guerras Carlistas es testigo de las andanzas de los personajes de esta crónica.
Antonio Maria huye continuamente, y no siempre sólo de los enemigos y mercenarios que han puesto precio a su vida, también huye de sí mismo, y ésta es seguramente la huída más dura.