Departamento de Cultura y Política Lingüística

245. Palacio Amezaga (Güeñes)

Etapa 7B: BILBAO • BALMASEDA

Un palacio inacabado

En lo alto de una colina situada a la salida de Güeñes en dirección a Zalla se alzan los restos del palacio de Amezaga. Un edificio que comenzó a construirse hacia el año 1709 pero que no llegó a culminarse jamás debido a la muerte de su promotor, Baltasar Hurtado de Amezaga en el año 1720. Este hecho ha dado lugar a la creación de toda una serie de leyendas en el imaginario popular con trasfondo paranormal que ha motivado que el palacio también sea conocido como “El Palacio de las Brujas”.

Leyendas aparte, la robustez que muestra la estructura que hoy se mantiene en pie, la riqueza de los materiales, sus dimensiones y su ubicación en lo alto del cerro con un importante dominio del valle, nos demuestra que el palacio proyectado pretendía ser un edificio grandioso. Baltasar Hurtado de Amezaga, Marqués del Riscal de Alegre, procedía de una familia radicada en el señorío de Güeñes, que alcanzó gran importancia a finales del siglo XVII y durante el XVIII. Tuvo una importante andadura militar con destacadas intervenciones en los tercios de Flandes. El rey Felipe V quiso premiar su servicio por lo que le concedió el título del marquesado de Riscal de Alegre en el año 1708. Fue entonces cuando ideó el proyecto de erección del palacio sobre una casa solariega anterior. La leyenda afirma que en agradecimiento al monarca por el título otorgado quiso invitarle a su tierra natal para lo cual trató de construir un edificio que tuviera la categoría de alojar a un rey. Quizás simplemente ideó un proyecto de palacio que estuviera en consonancia con el título nobiliario que ostentaba. Sea cual fuere la cuestión es un hecho que Baltasar Hurtado de Amezaga quiso construir un palacio extraordinario. Para ello contó con el trabajo del célebre arquitecto y retablista guipuzcoano del barroco Martín de Zaldua que tuvo una gran influencia en la arquitectura vasca del siglo XVIII. Entre sus trabajos destacan la gran escalera del santuario de Loiola de Azpeitia (1692), las portadas de las iglesias de Hernani (1705) y Olati (1712), y posiblemente la iglesia de San José de Lekeitio (1720-1722).

Con la muerte de Baltasar Hurtado de Amezaga las obras se paralizaron y jamás llegó a culminarse, quedando el edificio inacabado y en un estado de abandono y deterioro que ha llegado hasta nuestros días. Hoy en día forma parte de una propiedad privada y es utilizado como pabellón para usos agropecuarios.

Los restos de lo que se llegó a construir

De estilo barroco el edificio presenta una planta rectangular con dos torres avanzadas con esquinas en chaflán en su fachada principal. Se edificó su planta baja, el primer piso y la bajocubierta. A día de hoy el edificio continúa sin tener cubierta y los vanos permanecen vacíos, lo que hace que esté totalmente abierto al exterior. Respecto a los materiales empleados, presenta fábrica de sillería de piedra caliza en su fachada principal, en las dos torres anexas y en los recercos de puertas y ventanas, un material más noble que se reserva a las partes más destacadas del edificio. No obstante, las fachadas laterales presentan muros de mampostería.

El edificio cuenta con numerosos vanos en todos sus lados, sobre todo en la principal, lo que muestra que el palacio pretendía ser abierto y luminoso. En su fachada principal destaca el balcón que se intuye en el primer piso y la apertura de vanos que las torres presentan en todos sus lados y en ambas plantas. Respecto a los elementos decorativos decir que éstos son muy sencillos y sobrios. Se trata de molduras que se dejan ver en los chaflanes de las torres y las que enmarcan un vano rectangular situado en el piso superior que se encuentra sobre el balcón anteriormente mencionado.

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