Departamento de Cultura y Política Lingüística

264. Molino Errotatxo (Mutiloa)

ETAPA 3B: BIDANIA • ZEGAMA

Los ingenios molineros en el País Vasco

En época medieval, los molinos que aprovechaban la fuerza del agua podían ser de dos tipos diferentes, en función de la disposición de sus elementos motrices: aceñas o molinos. En los primeros, el eje que gira la piedra muele el grano se dispone en horizontal, de forma que o bien el agua es vertida a las aspas de la rueda desde una canalización ubicada a una altura superior o bien ésta se halla parcialmente inmersa en el canal por donde discurre el fluido, que la mueve a su paso.

Si bien tenemos constancia de que este tipo de artilugios existieron en el País Vasco, los molinos mayoritarios fueron aquellos en los que el eje era vertical, algunos aún en marcha. El agua es captada a través de un obstáculo en el río (una presa o azud), que desvía parte del agua por un canal paralelo al cauce. Éste desemboca en un depósito. Cuando el molinero acciona el sistema, el agua se introduce por un conducto estrecho (lo que, por presión, aporta mayor fuerza y velocidad al fluido) hacia la sala de máquinas, situada a una cota inferior. Un sifón dirige el chorro hacia las molduras del rodete, que gira por impulso del agua. El eje vertical transmite la rotación al piso superior, la sala de molienda.

Las piedras de moler se disponen por pares de forma que una, la durmiente, no gira y la superior, la volandera, es la que rota. Sobre el eje de esta última se ubica una tolva, a la cual se vierte el grano, que se va vaciando progresivamente por gravedad, permitiendo dosificar la cantidad que cae entre las muelas. La forma de las piedras también favorecía que la harina resultante fuera precipitándose por su propio peso a un recipiente situado al pie de las piedras de moler.

El agua sobrante salía por la estolda o desagüe, que normalmente consiste en un gran arco que también permitía el acceso de los operarios en caso de avería o de tener que realizar algún ajuste.

El molino Eleizalde, de Mutiloa o Errotatxo

A pesar de que actualmente se conoce como Errotatxo (al menos desde 1865), en los documentos más antiguos aparece nombrado como Eleizalde (por su ubicación al pie de la parroquia de San Miguel) o de Mutiloa. Aunque procede del siglo XVI, es a comienzos del siglo XVII cuando tenemos noticias concretas sobre cómo era.

En este momento, entre 1612 y 1620, Pedro García de Cerain y José de Chiriboga (yerno del primero y esposo de María García de Cerain) respectivamente, encargarán las obras de reforma del molino. En 1612 Cerain contrató con los carpinteros Juan García de Oinaz y Juanes de Gurruceaga la construcción de las dos presas que alimentaban la instalación, así como la antepara o depósito y el resto de la estructura, además de la instalación de una piedra de moler traída de Usurbil. En 1620, Chiriboga realiza un nuevo encargo, esta vez con Juan Saez de Igarza, para realizar las citadas dos presas de cal y canto. Es posible que el primer contrato no se materializara, que la obra de madera realizada por los dos carpinteros finalmente se viera que no era adecuada o que, simplemente, alguna riada afectara a alguna de ellas o a ambas.

El molino que ha llegado a nuestros tiempos, un edificio de planta rectangular de unos 14x6m, a pesar de los arreglos que se le han realizado, comparte las características que presentaba ya a inicios del siglo XVII. Se trata de un raro ejemplo en el que el agua que mueve las ruedas procede de dos ríos diferentes, el Urresti o Zerain (que baja desde el suroeste) y el Mutiloa o Troi (desde el noroeste). El depósito donde se acumula el agua se encuentra al pie de la escalinata que asciende a la parroquia y a la plaza. Al pie de la escalera, de frente al cruce de la carretera que sube a Leirnia, encontramos uno de los fuertes muros que contienen el enorme volumen de agua que se remansa para alimentar el molino. En perpendicular al ingenio harinero, pegado en su costado sur, se encuentra el caserío Errotatxo.

La sala de los rodetes se encuentra formando aproximadamente un ángulo recto con el eje mayor del depósito, atraviesa el edificio a lo ancho y devuelve el agua al río Zerain. El arco del desagüe es un arco rebajado y guarda dos ruedas que mueven un par de piedras de moler cada una. La sala de molienda, situada encima, se sostiene sobre una bóveda de cañón de notable factura. Las instalaciones, al contrario que en la mayor parte de molinos que existieron en el País Vasco, se hallan en un buen estado de conservación.

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