248. Escuelas de La Herrera (La Herrera-Ijalde, Zalla)
Etapa 7B: BILBAO • BALMASEDA
Zalla, del núcleo rural a núcleo industrializado
El territorio de Bizkaia vivió una importante transformación desde finales del siglo XIX que vino dada de la mano de la industrialización. Trajo consigo una revolución que afectó a todos los ámbitos, desde el económico al social, cambiando además de los procesos productivos el modo y los ritmos de vida. Con Bilbao como eje principal del proceso de industrialización en el territorio, esta se fue articulando a lo largo de la ría del Nervión, principalmente en los municipios de la margen izquierda. Sin embargo no es desdeñable la modernización que se dio en otras comarcas, como la de las Encartaciones por ejemplo. Aquí destaca Balmaseda, que a comienzos del siglo XX se convirtió en un centro ferroviario y en los municipios ubicados a lo largo del río Cadagua, como Zalla, Güeñes, Gordexola y Alonsotegi se desarrollaron importantes industrias.
Los cambios que se originaron se fueron introduciendo de manera muy rápida. En el caso de Zalla, por ejemplo, en un período de 30 años pasó de ser el núcleo rural que era a principios del siglo XX a industrializarse. El ferrocarril y la creación de fábricas, que obtenían la energía eléctrica del Cadagua, fueron los hitos fundamentales en su modernización. Esto trajo consigo un aumento poblacional que provocó el crecimiento urbano. Se construyeron nuevas viviendas e infraestructuras, como carreteras, puentes, escuelas o cementerios, siguiendo las líneas de modernidad de la época, atendiendo a las tendencias estéticas y estilísticas que estaban en boga. El municipio se dotó además de renovados servicios para atender a las necesidades de la creciente población, como tiendas de ultramarinos, tabernas, zapaterías etc.
En este punto es reseñable la figura de Manuel de Taramona Sainz, natural de la localidad zallense de La Herrera. Fue un destacado hombre de negocios que tenía concesiones en explotaciones mineras y era consejero en el Banco de Bilbao. Resultó de vital importancia para la localidad eminentemente rural convirtiéndose en su benefactor al dotar al núcleo de servicios e infraestructuras para sus habitantes. A él se deben la construcción de la escuela de La Herrera o el cementerio vecinal (1895), que destacan por su gran modernidad. Y es que Manuel de Taramona formó parte del grupo de hombres de negocio burgueses e industriales vizcaínos que fueron parte activa de la revolución industrial y económica que vivió el territorio desde finales del siglo XIX a mediados del XX y que dejaron huella en el ámbito social al jugar el papel de mecenas, en este caso en su Zalla natal.
Escuela de la Herrera
El edificio de la también denominada Escuela de Taramona, en honor a su benefactor, fue concebida para albergar en sí dos escuelas públicas, la de niños y la de niñas. Manuel de Taramona encargó la obra al arquitecto Ricardo Basterra en 1920, y fue inaugurada en 1924.
El edificio es un brillante ejemplo de arquitectura neovasca, un estilo artístico que tuvo un gran calado en la comarca de las Encartaciones entre 1908 y 1934. Edificios de una gran diversidad tipológica fueron construidos en esta época siguiendo este estilo artístico: desde viviendas plurifamiliares y unifamiliares, a edificios dotacionales o para uso público, e incluso edificios religiosos y sedes institucionales. Este estilo artístico se inspira en la tradición histórica y rural local que en el caso del territorio de Bizkaia tiene como referentes el caserío y el palacio barroco.
El imponente edificio de las escuelas cuenta con tres alturas y una buhardilla y presenta una cubierta a dos aguas decorada por pináculos ubicados a los lados. Se divide en dos crujías iguales separadas entre sí, en una de las cuales se ubicaba la escuela de niños y en la otra la de niñas. Es un edificio totalmente adaptado a la función de escuela con la que se proyectó, atendiendo a las necesidades de una enseñanza propia de la época. Presenta en su planta baja unos soportales con arcos carpaneles pensados para los recreos del alumnado en días lluviosos. La primera planta, destinada a acoger las aulas de estudio, cuenta con amplios ventanales ideados para ofrecer una buena luminosidad y ventilación. La segunda planta, correspondiente a la habitación de los maestros y maestras, presenta ventanas de un tamaño más reducido.
En su elegante fachada principal se observa un falso entramado de madera que realmente está pintado, sillares almohadillados en los esquinales y dos balcones de forja. En el centro del segundo piso luce el escudo familiar del linaje Taramona y una placa conmemorativa que se instaló en el año 1924 como muestra de agradecimiento popular.