256. Ermita de Santa Marina (Asteasu)
ETAPA 2B: HERNANI • BIDANIA
Las ermitas como centros de curación
Las ermitas de todo el ámbito cristiano guardan tradiciones populares que reflejan la mentalidad de las gentes que han habitado en torno a ellas. Algunas son fieles reproducciones de los ritos y las liturgias que la Iglesia promueve y regula, mientras que otras se mueven en un ámbito que escapa al discurso católico canónico. Entre estas tradiciones existen algunas sobre los orígenes míticos de los templos y una de ellas es, por ejemplo, el traslado milagroso de los materiales acumulados para su construcción de un punto a otro, de “elección” de la Virgen María.
Aparte de este tipo de narraciones, el bagaje inmaterial que se guarda en relación a la mayoría de las ermitas es muy amplio y una parte importante de él está relacionado con prácticas informales, no secretas (porque se benefician de la permisividad sobre la magia blanca) pero que rayan en la persecución (por su contenido supersticioso). Desde los ritos que procuran que el solicitante sea correspondido en el amor (o al menos, encontrar alguien con quien casarse) a los que curan todo tipo de dolencias, las creencias que convierten a estos templos en “centros terapéuticos” para los vecinos de las poblaciones o comarcas circundantes son de lo más variopintas.
Los fieles han acudido a las ermitas a solicitar la resolución de problemas de fertilidad, la ayuda para que los partos lleguen a buen fin, la curación de todo tipo de afecciones cutáneas (verrugas, sarnas, etc.), dolores de boca y cabeza, etc. Presentan un protagonismo especial las ermitas en las que se “trataba” a niños que sufrían de ciertos fenómenos que, aunque actualmente sabemos que no son patológicos, inquietaban (y siguen haciéndolo) a muchos progenitores, como por ejemplo el que el bebé tarde en andar o hablar, sufra de pesadillas o que no pueda controlar la micción nocturnamente (enuresis).
En cuanto a los ritos que se han practicado para que la fuerza benefactora actúe son bastante variados y consisten en la aplicación de sustancias presentes en estos templos, como son el agua bendita o el aceite de las lamparas, directamente en los zonas u órganos “afectados”: la barriga para los males digestivos, la lengua para los tardos en el habla, las piernas en caso de los niños que tardan en andar o en la piel directamente sobre las verrugas. En el caso de San Prudencio de Getaria, por ejemplo, es el polvo generado por una piedra que se frota contra el suelo el que se aplica formando la señal de la cruz para evitar los dolores de cabeza.
No obstante, en otros casos el procedimiento nada tiene que ver con la dolencia y se trata de dar varias vueltas (se repite el número 3 o sus múltiplos) para obtener el favor, sea a unos ladrillos (en San Esteban de Oñati), al altar (en San Valero de Mondragón), a la ermita (en San Pedro de Atxarre –Ibarrangelua-; en San Bartolomé de Geldo -Zamudio-; en San Miguel de Ereñozar –Ereño-, etc.) o a una piedra (Santuario de Urkiola). En muchas ocasiones se debe situar al niño en el altar para que tenga efecto la curación y en otras es una piedra singular o un hueco en la propia construcción el que sirve de catalizador.
La ermita de Santa Marina de Asteasu es uno de estos templos en los que el fiel realizaba el rito de introducir la cabeza en un hueco que queda bajo el altar, mientras rezaba el Credo y, al finalizar, se santiguaba. Según la tradición recogida en 1924, este procedimiento ayudaba a disipar los trastornos del sueño (como el insomnio). Además, la ermita también era frecuentada para que los niños que sufrían de pesadillas se libraran de estos terrores nocturnos. Para ello las madres se situaban con sus niños bajo la imagen de la santa y le pedían por ellos.
El templo
Esta iglesia aparece mencionada por primera vez a mediados del siglo XVI, si bien se tiene la creencia de que es una de las más antiguas de la comarca. Se trata de una iglesia construida sobre un promontorio que domina el valle donde se asienta la población de Asteasu y es adyacente al camino que asciende hacia el paso de Andazarrate. Su posición estratégica es indudable y es posible que en épocas más remotas a su primera mención documental cumpliera alguna función de vigilancia, además de la religiosa.
Respecto a su hechura, se trata de un edificio de planta cuadrangular, con tejado a dos aguas, al que se adosó otro cuerpo a modo de sacristía, en su lado sur. Su cabecera está presidida por dos ventanas ojivales abocinadas y dos óculos. Presenta una sola entrada en la parte meridional, dovelada y de arco medio punto. La campana, que ha servido para anunciar la muerte de los vecinos del pueblo, se sitúa en una pequeña espadaña que corona el templo en la parte de los pies.
Su interior, muy sobrio, se encuentra divido en dos partes por una reja de madera con una puerta en el centro y una base de mampostería. El retablo es de estilo neogótico, coronado con pináculos y con una sola hornacina, donde se sitúa la imagen de Santa Marina.