180. Ermita de Santa Marina de Berostegi (Legorreta)
ETAPA 3: TOLOSA • ZEGAMA
Espacios de trabajo, espacios de religiosidad
En época industrial es frecuente encontrar conjuntos fabriles en los que las instalaciones de trabajo se ven complementadas por los edificios de viviendas de los trabajadores y por infraestructuras de ocio y servicio espiritual. Sirvan de ejemplo de los templos católicos asociados a la industria la capilla del Santo Cristo, en el complejo de la CAF, en Beasain, o la parroquia de la Virgen del Carmen, dentro del barrio creado por Cementos Rezola, en Añorga (San Sebastián).
Sin embargo, esta no es una práctica novedosa en Gipuzkoa. Su arraigado pasado preindustrial, en el que destaca especialmente la actividad de la transformación del hierro, ha supuesto el desarrollo de una variedad de modelos en los tipos de complejos fabriles. Ciñiéndonos al mundo de las ferrerías, algunos de estos centros productivos se sitúan en zonas pobladas o cerca de ellas, mientras que otros se han ubicado en lugares más remotos. No obstante, independientemente de su cercanía a los principales núcleos de población, algunas de estas ferrerías se convertieron en pequeños barrios de carácter industrial, donde la reunión de los trabajadores y de las familias instaladas en la zona se hacía en torno a ermitas erigidas propiamente para las celebraciones religiosas y festivas. Recordemos que las ermitas en la sociedad tradicional presentan funciones litúrgicas y espirituales, pero son al mismo tiempo espacios de socialización y de fiesta.
Entre los conjuntos de este tipo podemos citar la cercana ferrería de Igartza, en Beasain, donde la casa solar del mismo nombre y la instalación preindustrial quedan completadas con la ermita de Nuestra Señora de Belén. En Aia, en el barrio de Santiagoerreka, la instalación ferrona de Arrazubia aparece acompañada por la casa de sus dueños y por la capilla dedicada a Santiago. Otro ejemplo existía en torno a la ferrería de Añarbe (en el límite entre Errenteria y Navarra), donde se encontraba la ermita de San Miguel, hoy sus restos anegados por el embalse.
El caso que nos ocupa, Berostegi, es pequeño un núcleo ubicado en Legorreta, en la misma frontera con Itsasondo, en la conjunción de la regata de Zubinerreka con el río Oria. El conjunto está formado por la casa Etxe Aundi, la ferrería (posteriormente molino) y la ermita de Santa Marina. La primera, sede de los señores de Berostegui, se trata de un edificio del siglo XVI de planta cuadrada, levantada en mampostería de pizarra, con una interesante estructura de entramado de madera en el piso superior. Los restos del canal que conducía el agua a las instalaciones hidráulicas se adivinan aún entre las huertas, dirigiéndose a una vivienda que antiguamente albergaba, primero la ferrería y, después, el molino. Entre ambas construcciones se levanta la ermita de Santa Marina, completando el conjunto fabril.
Las primeras menciones de la ferrería son de mediados del siglo XVI, cuando el señor de la casa de Berostegi era Bernardino de Arteaga. La ermita figurará posteriormente, en 1625, sin que sepamos exactamente la fecha de su primera construcción.
La ermita de Santa Marina de Berostegui
Se trata de un edificio de planta rectangular y ábside trapezoidal, de unos 15x8m de planta, está construida en sillar calizo (la fachada y los vanos y las esquinas del resto) y mampostería enlucida. Presenta una cubierta a seis aguas, adaptándose a la complejidad de la planta del edificio.
Su fachada es la parte más sobresaliente de su construcción, donde se abre un pequeño pórtico bajo un vano con arco carpanel, que descansa sobre unas sobrias pilastras adosadas. A los lados, otras dos pilastras de orden gigante enmarcan la portada y, a la altura del coro, se abre una ventana adintelada con recerco moldurado. Esta fachada se corona mediante una pequeña espadaña con una campana, rematada de tres orbes sobre un frontón triangular. El edificio se enmarca dentro del estilo barroco.
En el interior, la nave y el ábside se cubren con bóvedas de arista. Al frente, se halla el retablo rococó dedicado a la santa patrona, Santa Marina, cuya talla destaca en su hornacina, rodeada por una arquitectura exuberante adornada con rocalla. Es obra de Felipe de Azurmendi.