42. Ermita de San Salvador y conjunto prehistórico rupestre Urtiaga-Larrabiel (Deba)
ETAPA 3: ZARAUTZ • DEBA
La ermita solitaria
La ermita de San Salvador o Salbatore se enclava en el barrio de Itxaspe, situado en Itziar, dentro del término municipal de Deba. Ocupa una pequeña pero pronunciada cumbre de 130m de altura, totalmente cubierta por un cerrado bosque de encinas cantábricas y zarzas, a través del que serpentéa el camino de ascenso hacia el templo. Todas estas circunstancias, así como el hecho de hallarse esta iglesia relativamente alejada de los caseríos de las inmediaciones, confieren al lugar un aspecto general de aislamiento, más parecido a un eremitorio o santuario medieval perdido en las montañas que a una humilde iglesia rural. Se trata de una pequeña ermita de planta rectangular, con cubierta de madera a dos aguas en cuyo interior se venera una imagen del Salvador, que según la tradición, fue hallada en el mar. Esta leyenda contribuye aún más si cabe a esa sensación de misterio que rodea al templo.
Más allá de las sensaciones y de las suposiciones es cierto que este templo genera diversas incógnitas acerca de su origen y funciones. ¿Se trata de un pequeño santuario construido hace pocos siglos o, como en otros casos, constituye una antigua parroquia medieval posteriormente reducida a ermita? En tal caso, ¿sería el antiguo núcleo del barrio de Itxaspe? Muchas interrogantes y pocas respuestas, campo abonado, por tanto, para futuras investigaciones históricas.
La “cuna de la raza vasca”
En la ladera meridional del monte Salbatore, coronado por la ermita homónima, se enclava la cueva de Urtiaga que debido a la riqueza de sus vestigios arqueológicos y antropológicos, constituye uno de los más importante yacimientos franco-cantábricos de los períodos Magdaleniense y Aziliense (hace entre 20.000 y 8.000 años). Este yacimiento destaca, sobre todo, por la presencia de tres craneos humanos, datados hace entre 14.000 y 10.000 años, que fueron descubiertos en las excavaciones arqueológicas emprendidas por Telesforo de Aranzadi y José Miguel Barandiaran entre 1928 y 1936. Estos restos antropológicos constituyeron un importante hito en las investigaciones sobre la evolución humana.
De todas maneras, los estudios emprendidos a partir de este descubrimiento generaron una larga controversia. Durante las décadas que precedieron a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tanto la antropología como otras disciplinas científicas, caso de la medicina, la psicología, o de la historia, incidían en la investigación y definición de las características específicas que, de acuerdo con el consenso científico de la época, diferenciaban unas razas humanas de otras. Dentro de este marco interpretativo, el más antiguo de los cráneos de Urtiaga, perteneciente al período final del Magdaleniense, fue considerado por sus descubridores como el eslabón entre el Hombre de Cromagnón y la raza vasca, ya que compartía los rasgos característicos de ese primer tipo humano con los que, en su opinión, pertenecían específicamente a los individuos de pura raza vasca.
En todo caso, los yacimientos en cueva de este promontorio constituyen importantes yacimientos del ámbito vasco, ya que, además, contienen una importante ocupación Aziliense (10.000 a 8.000 a.C.) y restos de sepulturas de la Edad del Bronce (4.000 a 1.000 a.C.).