96. Ermita de San Bartolomé de Loroño (Larrabetzu)
ETAPA 6: GERNIKA-LUMO • BILBAO
La devoción por las ermitas rurales
Resulta llamativa la cantidad de ermitas del País Vasco cantábrico que presentan un estilo gótico tardío o del inicio del Renacimiento. Este rasgo no obedece a una casualidad, sino que es fruto de una serie de factores que tienen que ver con la mentalidad tardomedieval. No es tampoco una casualidad que muchas de los templos que no contaban con un rango parroquial, es decir, que constituían meros oratorios terminaran por clausurarse, demolerse o venderse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
En primer lugar debemos tener en cuenta que gran parte de las ermitas que estaban en pie en la Baja Edad Media procedían de la etapa anterior y habían cumplido la función de iglesias rurales, el antecedente de las parroquias. Estas instituciones tenían una importancia capital para la identidad política y la sociabilidad de las aldeas. Sin embargo, por diferentes motivos algunas fueron abandonadas o que daron semi-desiertas a favor de otras localidades que crecieron. Estos templos quedaron entonces sometidos institucionalmente, en su mayoría, a las parroquias principales de las poblaciones.
Resulta muy común que en los municipios actuales del País Vasco cantábrico existan o que se tenga constancia de la antigua existencia de ermitas de origen medieval. Este fenómeno se debe, a todas luces, a que estos pueblos aglutinaron antiguas aldeas y sus iglesias quedaron como único testigo de aquéllas.
Al final de la Edad Media, la inversión por mantener y engrandecer muchas de estas ermitas fue muy notable. Existía un concepto de identificación con el lugar, como antiguas poblaciones que fueron. La antigüedad de un lugar o una tradición era objeto de beneración y de respecto en torno al 1500. En algunas ocasiones, además, se mantienen las leyendas de que tal o cual ermita fue la antigua parroquia de la localidad, lo que incrementa la atención de los vecinos hacia ella. Debemos indicar también que pocas de estas pequeñas iglesias contaban con ingresos regulares, por lo que las obras que se hacían en ellas suponían un desembolso importante de sus propietarios o de otros donantes.
Por otro lado, es una pecualiaridad de la región que estos edificios aparezcan guardados por mujeres (llamadas seroras), solteras o viudas, que toman el encargo atender la ermita y sus bienes y de realizar una vida similar a la de las religiosas en los conventos. De hecho, a comienzos del siglo XVI, varias ermitas donde se reunían un grupo de seroras constituyeron el germen de posteriores conventos.
No obstante, a mediados del siglo XVIII, algunas de estas costumbres se fueron mitigando y, especialmente, fue fulminante la prohibición de establecer seroras y ermitaños. A partir de aquel momento no debían vivir de limosnas y tampoco vestir vestimentas como las que llevaban los religiosos. Esta laicización del “oficio” provocó una disminución de la atención de los templos más humildes y, finalmente, el abandono de muchos de ellos.
San Bartolomé de Loroño
Se trata de un templo de planta rectangular, fabricado en cuidada sillería arenisca y es fruto de distintas fases constructivas tardogóticas, renacentistas y, también posteriores. El uso de piedra labrada en todo el edificio pone de relieve la devoción que existía por la ermita.
Presenta una ventana geminada ojival en la pared sur. En el ábside se observa un ventanal ojival con parteluz y otro vano conopial. Estos elementos se concentran en el área del presbiterio y corresponden a la construcción más antigua actualmente en pie.
A mediados del siglo XVI se amplia, añadiendo la mayor parte de la nave, donde se abre la puerta dovelada de medio punto y una estrecha ventana adintelada. En la parte de los pies, se aprecia otra obra, posiblemente relacionada con la habilitación de un coro elevado, quizá en el siglo XVII, donde se instala otra ventana adintelada. La sillería empleada en esta última fase constructiva es de peor calidad.
Aconsejamos observar varios elementos visibles en la pared exterior. En el muro sur hallamos un Cristo crucificado esculpido en un sillar. Por otro lado, el ábside presenta orificios producidos por tiros de bala, que se contextualizan en la Guerra Civil (1936-1939).