Departamento de Cultura y Política Lingüística

174. Convento de Santa Clara (Tolosa)

ETAPA 3: TOLOSA • ZEGAMA

Los conventos femeninos

A lo largo del Antiguo Régimen se dio un importante proceso de ampliación del clero regular y la multiplicación de conventos, produciéndose todo un auténtico fenómeno de fundaciones religiosas que vivió su etapa más álgida en la segunda mitad del siglo XVI y comienzos del XVII. En el País Vasco las fundaciones conventuales femeninas fueron bastante más cuantiosas que las masculinas (73 conventos de monjas frente a 37 de frailes). Los linajes de la élite social sin duda contribuyeron en esta expansión dado que llevaron a cabo numerosas iniciativas fundacionales. Dichos actos tenían un doble objetivo: el espiritual, que suponía hacer una buena obra en este mundo para asegurarse la vida después de la muerte; y el terrenal, con el que se trataba de otorgar una mayor visibilidad al linaje y la preeminencia social.

Además de formar parte de una estrategia familiar, los conventos femeninos supusieron una vía de salida para muchas mujeres en la época. En la sociedad del Antiguo Régimen cuatro eran los estados en los que podía hallarse una mujer: doncella, casada, viuda o monja. La soltería de la mujer no estaba bien vista en la sociedad, además de resultar muy difícil su supervivencia dados los marcados roles por los que se erigía la sociedad, en la que cada miembro tenía un papel que cumplir siendo muy difícil salirse del mismo. Tomar el hábito situaba a la mujer en un estatus parejo al de la casada, salvándola del estado de soltería y protegiendo su castidad, ya que la virginidad y buena fama de las doncellas aportaban honorabilidad al linaje.

Para ingresar en un convento había que pagar una dote, cuya cuantía resultaba bastante inferior a la dote matrimonial, constituyendo una solución para aquellas familias que no podían permitirse casar a todas sus hijas. Aún así era una cantidad que no todas las familias podían pagar. Es por ello que muchos conventos acabaron convirtiéndose en instituciones compuestas de mujeres pertenecientes a las jerarquías locales, adquiriendo una imagen de residencia para mujeres de clases altas.

No debemos olvidar sin embargo, que en una sociedad donde la religiosidad calaba muy hondo, no todos los ingresos en el convento respondían a una estrategia familiar, ya que eran numerosas las mujeres que profesaron por convicción religiosa, pero siempre previo pago de la dote.

Convento de clausura de Santa Clara

En 1612 el matrimonio conformado por Miguel Pérez de Mendiola e Iturriza y Magdalena de Huaene donó la cantidad de 10.000 ducados destinados a fundar en la villa de Tolosa un convento de clarisas, la cual se estableció en la propia casa-torre del fundador, en la torre de Iturriza. En 1666 se llevó a cabo el traslado a la actual ubicación, un nuevo convento que se erigió extramuros, al otro lado del río Oria, junto al puente de Navarra.

El convento presenta dos partes diferenciadas que están unidas entre sí: las instalaciones conventuales y el templo. Un lateral y la parte posterior del conjunto se hallan tapiados, que guardan también un jardín y una huerta.

La parte conventual se organiza en torno a un patio porticado en cuyo derredor se organizan las estancias. Presenta tres alturas: la planta baja que muestra una fábrica de mampostería, la primera planta se halla enlucida en blanco, y la tercera que se apareja en ladrillo de tradición mudéjar. En las dos alturas superiores se abren pequeños vanos rectangulares de con jambas de madera.

La iglesia por su parte presenta una planta de cruz latina, una nave dividida en tres tramos cubierta con bóvedas de lunetos, y en el crucero una cúpula. Está fabricado en mampostería principalmente, combinándolo con sillería en algunas partes, aunque los muros se muestran enlucidos y ricamente decorados. Destaca en su interior el retablo mayor de estilo barroco que data de mediados del siglo XVIII, y es obra de Ignacio de Íbero, relevante arquitecto guipuzcoano del siglo XVIII. La fachada presenta fábrica de sillería de piedra caliza y un pórtico de tres arcos de medio punto, sobre el que se abre un nicho que alberga la imagen de Santa Clara.

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