12. Conjunto pastoril rupestre de Mitxitxola (Pasaia)
ETAPA 1: HONDARRIBIA • DONOSTIA-SAN SEBASTIÁN
Entre Aralar y Jaizkibel
Durante la Edad Media y hasta comienzos del siglo XVIII la regulación del uso ganadero de los montes fue bastante restrictiva. Las principales limitaciones se aplicaban a quienes, de villas o jurisdicciones foráneas pretendían pacer sus ganados día y noche, ininterrumpidamente, en los montes vecinos. Según la norma que se aplicaba en esa época estos animales debían volver a sus lugares de origen desde el anochecer hasta el amanecer. Esta costumbre, que quedó plasmada en el fuero, provocó numerosos altercados durante todo este período, especialmente a partir del siglo XV, momento en que parece que los rebaños, piaras y vacadas comienzan a crecer y la presión sobre el monte es mayor.
Para esquivar estas restricciones, se crearon unos espacios que terminaron por adoptar una planta circular en los que los propietarios de ganado de zonas alejadas podían guarecer a sus animales: los seles. Para ello, se establecían cabañas, albergaderos y zonas arboladas, que garantizaran la pernoctación de los vaqueros y sus animales. El monte Jaizkibel contó con varias de estas parcelas que pertenecían a la Catedral de Pamplona. La presión que ejercieron los habitantes del entorno del monte Jaizkibel fue uno de los detonantes de que estos seles fueran abandonados progresivamente.
Sin embargo, a partir de 1730, la sierra costera comenzaría a recibir nuevos rebaños, ahora especialmente de ovejas, del interior de la provincia que pasaban el verano en el macizo de Aralar y se trasladaban a la costa con las primeras nieves. Según discurría el siglo XVIII el número de personas que vivían del pastoreo y el número de cabezas de ganados fue creciendo y la imagen de la ganadería guipuzcoana quedaría ligada a este tipo de “transhumancia” estacional.
Una majada rupestre
En Jaizkibel las majadas pastoriles se ubican en abrigos rocosos, protegidas de los embates del viento y las tormentas del Cantábrico. Algunas de éstos son más precarias y otras ofrecen un mejor resguardo. Este es el caso de Mitxitxola.
Situado en las estribaciones orientales de la cima principal, el establecimiento ganadero aprovecha el afloramiento rocoso y, especialmente, el espacio resultante del desplome de un gran fragmento de piedra arenisca. El cubículo resultante presenta una serie de pequeños agujeros practicados en la base, relativamente plana, que delimitan un espacio, posiblemente con objeto de instalar algún tipo de separación a base de palos para guarecerse bajo el techo rocoso. Los rediles para acoger al ganado se ubican en sucesivos afloramientos que se diponen en línea siguiendo la veta de roca arenisca.
Lo más destacable de esta majada pastoril es la presencia de grabados realizados en la roca por los pastores. El cubículo principal, que se asocia con el lugar de vivienda o pernoctación, se halla rodeado de cruces y otros símbolos cristianos incisos en la arenisca. Caben destacar los monogramas IHS (Iesus Hominibus Salvator) AVMR (Ave Maria) que se pueden leer en el principal panel de roca, así como la firma de uno de los habitantes del lugar: F. Zelaia. La caligrafía empleada para su incisión nos lleva a un momento avanzado de la Época Moderna y coincide plenamente con el momento en que se asienta la práctica del traslado estacional de los rebaños y sus pastores entre el Aralar y la sierra de Jaizkibel.