25. Conjunto Megalítico de Igeldo (San Sebastián/Orio)
ETAPA 2: DONOSTIA-SAN SEBASTIÁN • ZARAUTZ
Un espacio sacralizado desde tiempo inmemorial
Las prominencias que jalonan la costa vasca, entre las que figura el monte Igeldo, durante un largo período que se extiende desde el Calcolítico hasta finales de la Edad del Hierro -entre el 4000 antes de la Era cristiana y hasta el cambio de era-constituyeron los escenarios donde los pobladores del litoral desarrollaron sus rituales funerarios.
La pequeña serranía de Igeldo contiene, en efecto, destacados ejemplos de distintos tipos de estructuras funerarias que se engloban bajo la denominación genérica de monumentos megalíticos. Los más antiguos, cuya construcción arrancó hace ahora unos 6000 años, son conocidos, en general, como dolmen, aunque en diversos lugares del País Vasco se les ha atribuido otros nombres como trikuharriak. Consistían en estructuras, de mayor o menor envergadura, construidas mediante grandes ploques de piedra, en forma de cámaras soterradas bajo un túmulo de tierra y piedras dispuestas de forma ordenada. Este tipo de monumentos estaban asociados con rituales de inhumación, ya que en el interior de los citados compartimentos se disponía a los difuntos acompañados de ajuares más o menos importantes.
Hace unos 3000 años se produjo una importante transformación de los rituales funerarios observados por los pobladores del País Vasco. Abandonaron la inhumación y adoptaron la incineración de los cadáveres parte de cuyas cenizas eran depositadas en el centro de un recinto de piedras de planta circular u ovalada. Estos monumentos, cuyo tamaño varía mucho, a menudo se denominan crómlech -en euskara, harrespilak o mairubaratzak- y permanecieron en uso hasta el advenimiento del Imperio Romano.
Los monumentos que integran el conjunto
La estación megalítica de Igeldo reviste de interés por la variedad de monumentos que contiene. Destacan, en primer lugar, los dólmenes de Aitzazate, Arrobizar e Iturrieta, así como los túmulos de Tontortxiki I, II, III y IV. El estado de conservación de algunos de ellos es deficiente, ya que a lo largo de los siglos fueron objeto de sucesivas violaciones motivadas por el mito de que contenían en su interior tesoros de oro. En segundo lugar, destaca la presencia de dos crómlechs o círculos de piedras: Aitzazate I y Mendizorrotz I.