132. Cementerio de Portugalete (Portugalete)
ETAPA 8: PORTUGALETE • KOBARON
Historia del camposanto portugalujo
Para contextualizar adecuadamente el origen del actual cementerio de Portugalete, hemos de repasar brevemente los motivos por los cuales se tuvo que buscar esta nueva ubicación como alternativa a los enterramientos tradicionales en la villa.
La parroquia de Santa María acogía en su suelo sagrado las exhumaciones de los difuntos de la población, al igual que sucedía en otras iglesias vascas desde época medieval, pero la situación cambió durante la ocupación napoleónica y así en 1809 José Bonaparte prohibió en todo el país todos los enterramientos dentro de las iglesias. Esta medida sanitaria alivió por otra parte la situación dentro del templo portugalujo, donde según documentos de la época, el “hedor pestífero” era insoportable debido a la escasa profundidad de los enterramientos. Por ello, se decide habilitar un nuevo cementerio fuera de la iglesia, en la zona trasera conocida como “las canteras”. Aun así este terreno era muy pequeño y casi 70 años más tarde el camposanto ya se hallaba saturado, constituyendo un peligro para los habitantes de la villa debido a su insalubridad. Así, en 1877 la corporación municipal decide buscar un nuevo emplazamiento siguiendo los cánones higienistas decimonónicos que recomendaban sacar los cementerios lejos de los lugares poblados. Así se propuso el lugar de Cuatro Estradas en la zona de Pando. En dicho año, el arquitecto Severino Achúcarro comienza a construir el cementerio en su emplazamiento actual y se inaugura en 1878 con una procesión que trasladaba algunos restos mortales desde el cementerio viejo. Comienza aquí una época en la que se aleja la continua presencia de la muerte en la vida cotidiana de la población, que ahora adoptará una connotació más negativa que antes. Los muertos quedarán confinado tras unos muros en las afueras la villa.
El cementerio de Pando
La Portada del cementerio es obra del mismo Severino Achúcarro, figura destacada de la denominada primera generación del Ensanche que hace uso de un estilo historicista para esta obra. La portada presenta tres cuerpos. Un arco central de medio punto flanqueado por pilastras toscanas, rematado por una cruz que lleva bajo ella la inscripción Pater Noster, y dos arcos laterales escarzanos de menor tamaño que están rematados con pirámides. La puerta recuerda mediante un texto del escritor Antonio Trueba, el paso de la vida y la advertencia de la presencia de la muerte: “Esta, oh mortales, es la puerta obligatoria, por donde se entra al bien o al mal eterno, para los buenos, puerta de gloria, para los malos, puerta del infierno”.
El interior del cementerio alberga en su parte más antigua sus obras más destacables, que reflejan el esplendor de la burguesía portugaluja de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Son sus artísticos panteones y capillas funerarias los que marcan la diferencia social y económica con sus convecinos. Buen ejemplo de esto es el panteón de la familia del ingeniero y empresario Victor Chavarri, obra ecléctica e imponente de Daniel de Escondrillas de planta rectangular rematada con una cúpula con una cruz. Monumentos reseñables son también la construcción de planta octogonal rematada por cúpula y cruz adquirida por la pujante familia Careaga Gorostiza, o el panteón de la familia Ubao diseñado por el escultor enrique Ubao. El más antiguo es el panteón de la familia Juaristi, que es una capilla de estilo neorrománico y probablemente el más artístico sea el monumento escultórico destinado a Manuel Calvo, obra de José Llimona. En el centro del cementerio destaca la actual capilla del camposanto proyectada por Emiliano Pagazaurtundua en estilo neogótico aunque su portada presenta un arco de medio punto y está rematada por un frontón quebrado.
Todo este conjunto histórico-artístico hace que la necrópolis jarrillera sea la tercera más importante de Bizkaia tras las de Bilbao y Getxo.