104. Cementerio de Bilbao (Derio-Zamudio)
ETAPA 6: GERNIKA-LUMO • BILBAO
Los cambios en la atención a los muertos
Desde el final de la época medieval en Bizkaia y Gipuzkoa y una parte importante de Araba el enterramiento y los ritos para con los muertos se realizaba en el interior de las iglesias. Este modo de dar sepultura y de relacionarse, después, con los muertos tuvo después un arraigo muy fuerte, que perduró hasta el siglo XIX.
El espacio funerario se situaba en la nave de las iglesias, con la excepción de los enterramientos de los clérigos (enterrados en tumbas situadas en el presbiterio) o de las personalidades que podían sufragarse una capilla particular. Cada tumba constituía un panteón en el que se depositaba el cuerpo del difunto y, normalmente, cada casa que componía la comunidad parroquial contaba con su sepultura particular. El vínculo entre la casa y la tumba resulta fundamental durante toda la Edad Moderna ya que la vivienda situada en el solar de los ancestros constituía la morada de los vivos de esa familia, mientras que el lugar donde se depositaban los muertos era el hogar de los ancestros. La mentalidad de la época otorgaba una gran importancia al origen y al linaje, por lo que contar con una sepultura en la que se habían inhumado otros dueños y señoras de la casa insertaba a los familiares vivos en una cadena de la que cada generación formaba un eslabón.
Además, debe recalcarse que las responsables de manener el culto y realizar los ritos para con los difuntos eran las mujeres, quienes, además de llevar el pan y de colocar la velas en la tumba, se sentaban sobre ella durante los servicios litúrgicos.
No obstante, a fines del siglo XVIII se comenzaron a formular normas de carácter higienista que ordenaban la constitución de nuevos cementerios en el exterior de los núcleos habitados. Estas órdenes no se cumplieron en el País Vasco, donde seguían arraigadas las antiguas costumbres. Será a partir de la Restauración absolutista (1814) cuando se comenzarán a hacer efectivas, de forma progresiva dependiendo de la localidad.
Como consecuencia, el espacio de la muerte se aleja de la vida cotidiana y los ritos y la mentalidad para con los difuntos se difumina, algo que posiblemente ya venía ocurriendo desde un tiempo atrás.
Si bien en las necrópolis parroquiales estaba prohibida la instalación de monumentos (excepto en las capillas privadas), a partir de la construcción de los nuevos camposantos, las familias más pudienes pugnarán por constuir los mausoleos y capillas más ostentosos. Esto provocó que se convirtieran en verdaderas galerías de arte, muestra de las tendencias arquitectónicas y de otras disciplinas, principalmente, la Escultura, del momento.
El conjunto funerario de Vista Alegre
Los antiguos cementerios de Bilbao pronto quedaron obsoletos ante el gran crecimiento que estaba viviendo la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX. Así, el Ayuntamiento decide adquirir nuevos terrenos y constituir un nuevo camposanto, pero no en la jurisdicción de la villa, sino en la frontera entre Zamudio y Derio.
Inaugurado en 1902, conforma un impresionante conjunto artístico de gran valor. Su entrada principal está formada por una galeria porticada y una capilla, de clara inspiración románica. La parte central, la más antigua, presenta planta de cruz latina, que está formada por dos calles que funcionan como ejes organizativos de las principales capillas. En el vasto espacio que ocupan los enterramientos abundan los ejemplos de arquitectura y escultura eclécticas y neoclásicas.
Recomendamos destacadamente la visita del pasillo central que guarda las capillas más espectaculares, especialmente en la plaza Virgen de Begoña. Es muy aconsejable la visita a los mausoleos de los Martínez Rivas, Ybarra, Olabarri, Chabarri, etc. que aparecen firmados por los más destacados arquitectos de la época.
Destacamos también el monumento a los niños que perdieron la vida en el accidente de la evacuación del circo de 1912, en el eje principal, o la sepultura del republicano Indalecio Prieto, en la parte nororiental del cementerio.