Las representaciones y farsas carnavalescas tienen su máxima expresión en las mascaradas invernales del territorio de Zuberoa. En éstas se entremezclan danzas itinerantes, juegos, bromas, indumentaria llamativa y en contraposición ropas viejas, cuestación, participación popular, exhibición, simulacro de oficios y razas marginales, lenguajes variados y satíricos, y música.
Cada año los vecinos de un pueblo, a veces apoyados con gente de fuera del mismo, preparan y ensayan el repertorio completo para ofrecerlo durante cuatro meses, más o menos, cada domingo en una localidad diferente del valle.
El cortejo se halla dividido en dos bandos, prácticamente antagónicos. Los rojos, Gorriak, elegantemente vestidos, ordenados y exquisitos en sus pasos y movimientos de danza. Los negros, Beltzak, desordenados, con ropas andrajosas, incordiando a los transeuntes, vociferando y hablando, en otros tiempos, en lengua bearnesa u occitana.
Por la mañana recorren el centro del pueblo, son agasajados por los anfitriones y se suceden las Barrikadak, mezcla de cuestación y enfrentamiento pacífico de danza, en la que son obsequiados, después de ejecutar la danza, con aperitivos salados y dulces, refrescos y licores.
Las danzas de los personajes centrales, Txerrero, Gathuzain, Zamaltzain, Kantiniertsa y Banderari se suceden intermitentemente, gravitando entre muriskas y antrixat ante los espectantes ojos de Jauna y Anderea (señor y señora). Mientras, los negros, Caldereros y Gitanos, se avalanzan unos sobre otros, se agitan, bromean y ostigan, verbal y corporalmente, al resto del cortejo y público, produciendo hilaridad y más de una carcajada.