Departamento de Cultura y Política Lingüística

16. Molino papelero Azpikoetxea (LEGAZPI)

ETAPA 2: ZUMARRAGA • ARANTZAZU

La industria papelera, de larga tradición en Gipuzkoa

La producción papelera constituye uno de los máximos iconos de la industria guipuzcoana, que cristalizó en empresas pequeñas y medianas dedicadas a la producción de bienes de consumo y distribuidas a lo largo y ancho de la mayor parte de su territorio, en conexión con las principales vías de comunicación (carreteras, ferrocarriles y puertos) que discurrían por el mismo. Las actividades industriales más destacadas fueron la sidero-metalúrgica, la textil, la papelera y la cementera. Durante siglos la industria siderometalúrgica, protagonizada por las ferrerías, constituyó uno de los principales nervios de la economía de Gipuzkoa. A partir de finales del siglo XVIII las ferrerías se veían aquejadas de graves dificultades que se irían acentuando a lo largo del siglo XIX. Esta fue la coyuntura que impulsó a diversos ferrones y propietarios de ferrerías y molinos a reconvertir sus instalaciones, en especial, sus infraestructuras hidráulicas, en nuevos establecimientos fabriles. Surgieron así, a principios del siglo XIX diversos molinos papeleros, sobre todo, en el valle medio y alto del Oria, pero también en el Urola, donde se ubica el molino de papel de Azpikoetxea, en el municipio de Legazpi. A partir de 1842 comenzó el proceso de sustitución de los viejos molinos de papel por modernas fábricas de papel continuo, fundándose ese año la primera fábrica en Tolosa. Las papeleras vascas conocieron, en adelante, una evolución positiva gracias a que se nutrían por vía marítima de las materias primas necesarias, primero trapos viejos y después pasta de madera procedente del norte de Europa, lo que incrementaba su competitividad frente a las factorías ubicadas en el interior peninsular, o en el Mediterráneo. Tanto es así que en vísperas del inicio de la Guerra Civil (1936-1939), el País Vasco era la principal productora de papel en España.

En Legazpi fueron las instalaciones del viejo molino de Azpikoetxea las que primero se adecuaron para transformarse en un molino de papel. Fue en 1805 cuando el francés Antonio Cassou arrendó el molino al marqués de Villalegre y San Millán para instalar el molino o fábrica de papel, dotadas de rueda hidráulica y mazos y pilas para triturar los trapos viejos con los que se elaboraba papel fino, entrefino y estraza. Tras permanecer inactivo entre 1809-1822, volvió a estar activo tras acometer diversas reformas. En 1864, cuando fue arrendado por Miguel Ignacio Echeverría, producía al año 2.920 arrobas de papel. A partir de 1899, cuando Patricio Elorza se hizo cargo de su dirección, se transformó en fábrica de cartón y fue modernizada según los adelantos de la época. Contaba con un conjunto de ruedas de moler que rotaban en pilas circulares (pilas holandesas) y la pasta resultante pasaba a una máquina continua que elaboraba el cartón. En torno al molino de papel, en las décadas de 1920-1930 se fueron construyendo nuevos edificios fabriles. La fábrica cesó su actividad en 2001.

Un monumento único en el País Vasco

Es el único molino de papel del País Vasco, perteneciente al momento fundacional de esta actividad, que todavía conserva su sistema productivo original y maquinaria antigua. Este singular valor patrimonial hizo que en 2009 fuese declarado Monumento. El edificio original del molino es de mampostería, de planta rectangular y cubierta a dos aguas. Cuenta con planta baja y dos pisos altos y parcialmente un sótano, aunque su interior fue modificado en el siglo XX con losas y vigas de canto de hormigón armado y estructura metálica en cubierta. La fachada principal presenta vanos recercados con sillería y el escudo de los Elorza. En la planta baja se conserva parte de la infraestructura hidráulica original y en la primera planta importante maquinaria como cuatro molinos de piedra con cuba de hormigón armado y con dos piedras, así como dos cubas de refino, etc.

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