Partiendo de unos inicios definidos por el influjo de la poesía social (fundamentalmente la de Blas de Otero), la obra de Pablo González de Langarika ha evolucionado en constante progresión depurándose formalmente hasta alcanzar un rigor inusual en el actual panorama lírico. Todo ello sin olvidar la base de su poética, fundada -como el autor ha dicho alguna vez- sobre todo en "las cosas de este mundo". Poesía de la experiencia y contención formal no exenta de arrebato. En Cálices de Octubre, entra fustazos y caricias líricas, hay poemas de amor y de desprecio, un cierto desencanto y un ajustado uso del distanciamiento irónico. Como era de esperar, este es un libro de madurez poética.