17. Ferrería y ermita de Mirandaola (LEGAZPI)
ETAPA 2: ZUMARRAGA • ARANTZAZU
Una ferrería milagrosa
Las ferrerías constituyen una tradición milenaria en Legazpi. En su término municipal se localizan muchos escoriales, único vestigio visible del trabajo de las primitivas ferrerías. Estas primitivas ferrerías, datadas las más antiguas en torno a los siglos X y XI, son conocidas como haizeolak, es decir, “ferrerías de viento”, concepto creado en contraposición a las posteriores ferrerías movidas por el agua, debido a que, a diferencia de las últimas, no contaban con infraestructuras hidráulicas, lo que dio origen a la creencia que eran accionadas por la fuerza del viento. En Legazpi recibían, también, la denominación de “jentilolak”, es decir, ferrerías de los gentiles, como explicación a su origen en un pasado remoto y a su vinculación al mito de los gentiles, personajes mitológicos dotados de fuerza y conocimientos extraordinarios, entre los que destacaba el secreto de la elaboración del hierro. Se trataba de talleres dispersos por el monte dotados de pequeños hornos que contaban con fuelles accionados a fuerza de músculo, en los que se elaboraban pequeños tochos de hierro forjados, también, a mano. A partir del siglo XIII fueron apareciendo las ferrerías hidráulicas, dotadas de grandes mazos y fuelles movidos por el agua, que paulatinamente aglutinaron el tejido productivo de las anteriores. Así, la carta fundacional de la villa de Segura, de 1290, ordenaba que las ferrerías dispersas por los montes de Legazpi se concentraran en torno a la nueva villa.
Fruto de este proceso, Legazpi llegó a albergar hasta nueve ferrerías hidráulicas. Una de ellas es la de Mirandaola, cuyas noticias más antiguas son de principios del siglo XV y permaneció en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XIX. Siglos antes de su cierre, el año 1580, esta ferrería fue escenario de un hecho milagroso. El día 3 de mayo, festividad de la Invención de la Santa Cruz, sus ferrones hicieron caso omiso a precepto de no trabajar y celebrar la festividad y permanecieron trabajando hasta más allá de la medianoche arrojando al horno gran cantidad de mineral y carbón, suficiente para elaborar 4 quintales (aprox. 300 kg) de hierro, pero sólo obtuvieron un trozo de 12-14 libras (6-7 kg) con forma de cruz. Este extraño suceso fue declarado milagroso por el obispo de Pamplona en 1633 y se construyó una capilla en la parroquia de Legazpi, donde se venera la milagrosa cruz.
Un magnífico elemento del patrimonio industrial vasco
La vieja ferrería desde el momento en que terminó su producción permaneció en estado de abandono hasta que en 1952 fuera restaurada merced al mecenazgo del poderoso industrial Patricio Etxeberria y su esposa Teresa Agirre. Las obras incluyeron la construcción de una ermita en estilo neoclásico, comunicada con el edificio de la ferrería mediante una arquería, en cuyo interior alberga pinturas de Soler Blanco alusivas al milagro. El domingo posterior al 3 de mayo se celebra todos los años el Día de Mirandaola. Se traslada la Santa Cruz desde la parroquia hasta la ermita y tras la misa tiene lugar una romería y se pone en funcionamiento la ferrería.
En la restaurada ferrería podemos disfrutar de todos los elementos constitutivos de estas centenarias instalaciones industriales. Además de su infraestructura hidráulica, constituida por la antepara o gran depósito de agua elevado, alimentado mediante un canal, el taller consta de dos estancias separadas por un muro. En una de sus caras se apoya el horno, frente al que se sitúa el gran mazo. En la estancia del otro lado se sitúan los fuelles que insuflan el aire por medio de una tobera metálica que atraviesa el muro. Tanto el mazo como los fuelles son movidos por ruedas hidráulicas accionadas por el agua que se suelta de la antepara. Todos los meses se pone en marcha por ferrones vestidos de época.
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