Educación ambiental - Servicios de los ecosistemas

INGLÉS

Afianzar en la sociedad la idea de que la Naturaleza es la base del bienestar es una labor que requiere el mayor de los esfuerzos por parte de las instituciones, centros educativos, empresas, asociaciones, colectivos y personas.

Factores como el Cambio Climático o la Contaminación, generados en mayor medida por la acción del ser humano, suponen un riesgo cada vez mayor para la preservación de estos 'servicios de los ecosistemas' (alimentación, agua, energía, regulación de procesos, ocio, etc.) fundamentales para el futuro de todos y cada uno de nosotras y nosotros.

El conocimiento de los numerosos beneficios que proporcionan los ecosistemas a los seres humanos resulta imprescindible para llegar a ser conscientes de todo lo que la ciudadanía se juega en este sentido. De esta manera, Ihitza pone la primera piedra de un trabajo a largo plazo que se extienda por toda la geografía vasca como una ola de preocupación y acción continua en esta dirección.

Vivir bien dentro de los límites de nuestro Planeta, es el objetivo del Programa Europeo de Medio Ambiente para 2020, esto implica la protección y conservación de los ecosistemas, que son nuestro Capital Natural.

¿Qué son los servicios de los ecosistemas?

La biodiversidad de especies, es decir el conjunto de especies animales y vegetales, en su interacción con el hábitat constituyen los ecosistemas. Estas especies realizan diferentes funciones en cada ecosistema y producen una serie de flujos de servicios, que son vitales para el mantenimiento de nuestra salud, bienestar y prosperidad.

Los servicios de los ecosistemas son los beneficios que las personas obtienen de los ecosistemas, incluyendo aquellos beneficios que la gente percibe y aquellos que no percibe.

Estos servicios se clasifican en tres grupos:

  • de abastecimiento o producción (como los alimentos, agua, energía),
  • regulación (como el control del clima, depuración del agua, polinización),
  • culturales (educación, estética).

Algunos servicios, como los de abastecimiento son más conocidos y valorados, como la producción de alimentos, ya sea de ecosistemas naturales o cultivados. Pero otros servicios, como el mantenimiento de un aire limpio, tener agua de calidad, o disponer de paisajes inspiradores, son más invisibles, por lo que no se tienen en cuenta suficientemente a la hora de adjudicarles un valor a los ecosistemas que los producen.

Por esta razón, es necesario poner de manifiesto la importancia de los servicios de los ecosistemas para el desarrollo social y el bienestar humano.

Las mejores decisiones basadas en el mejor conocimiento

Las áreas relevantes para la provisión de servicios de los ecosistemas deben gestionarse de una manera sostenible y asegurar la provisión presente y futura de estos servicios. Para esto es necesario mejorar el conocimiento, desarrollando nuevas metodologías de estudio, así como la aplicación de los resultados a las políticas sectoriales (agricultura, transporte, industria, desarrollo rural, ciudades).

Tener información detallada sobre los servicios de los ecosistemas que se producen en un territorio es fundamental para identificar áreas con valores elevados para los servicios de los ecosistemas y poder tomar decisiones adecuadas en la gestión del territorio y en otras políticas. Éste es el objetivo del proyecto La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio en Euskadi, que estudia el estado de los ecosistemas y los servicios que estos proveen. Este trabajo es una de las investigaciones pioneras para la aplicación de los principios y metodologías de la Evaluación mundial de los Ecosistemas, del que forma parte.

Ciencia para el bienestar

Conociendo y valorando mejor nuestros ecosistemas, así como los servicios y beneficios que nos proporcionan, lograremos un medio ambiente más sano, fundamental para nuestro bienestar y el de las generaciones futuras.

Precisamente persiguiendo esta idea, la integración del estado y la evolución del medio ambiente en los índices de medida de desarrollo humano es una cuestión que se está abordando con creciente interés a nivel internacional, siguiendo las conclusiones de la Cumbre de Desarrollo Sostenible Río+20.

Miren Onaindia
Catedrática de Ecología y directora de la Cátedra UNESCO de Desarrollo Sostenible y Educación Ambiental en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Ha sido profesora visitante en la Universidad de Oxford, Universidad de Veracruz en México y Universidad de Santo Domingo, República Dominicana. Es miembro del Consejo Científico del programa MaB-UNESCO de Reservas de Biosfera. Su investigación se centra en el estudio de la biodiversidad y en la evaluación los ecosistemas, con aplicación a la conservación del medio natural y a la ordenación sostenible del territorio. Ha publicado diversos artículos científicos, así como publicaciones de carácter docente y divulgativo.

Los resultados de una valoración ambiental pueden constituir la base de políticas cuyo fin sea corregir los defectos de los mercados a través de impuestos, ayudas, normas o medidas de control.

Las técnicas de valoración pueden dar relevancia a determinadas preferencias sobre el entorno natural que no se plasman fielmente en los mercados debido a información imperfecta, derechos de propiedad indebidamente definidos o inexistentes, racionalidad limitada, riesgo moral y/o parasitismo. Los resultados de una valoración ambiental pueden constituir la base de políticas cuyo fin sea corregir los defectos de los mercados a través de impuestos, ayudas, normas o medidas de control. Pero aunque la valoración ambiental puede captar ciertos aspectos ignorados por los mercados (fundamentalmente valores de no uso), las técnicas utilizadas para definir esas preferencias individuales y lograr valoraciones ambientales reales adolecen, en parte, de los mismos defectos por los que fallan los mercados, sobre todo de información imperfecta. Es decir, nunca podremos saber las preferencias de las generaciones futuras o la forma exacta de las curvas de suministro de servicios ecosistémicos, incluidos los umbrales que pueden provocar colapsos repentinos. Y también hay otros problemas derivados de la acumulación de opiniones ordinales individuales.Para hacer frente a esas cuestiones, un elemento significativo de la educación ambiental sería reunir a grupos ciudadanos o de interés con distintas experiencias y preferencias divergentes y promover el debate a través de técnicas de valoración colectiva. Así, lograríamos dar forma a las preferencias sociales y hacerlas más explícitas. También mejoraría la comprensión de distintas opiniones y de por qué surgen conflictos en torno a cuestiones ambientales.

Los juegos de rol son una buena opción para trabajar la valoración colectiva en la educación. Los alumnos se intercambian roles entre sí y acuerdan una valoración común de, por ejemplo, un servicio ecosistémico concreto. Cada alumno actuará tal y como cree que actuaría otro compañero a la hora de negociar la valoración. Posteriormente debatirán en qué medida ha contribuido el juego de rol a definir las distintas valoraciones existentes entre ellos. Por último, los participantes negociarán y acordarán una valoración común en función de su postura real con respecto al servicio ecosistémico debatido.La situación en torno a los pequeños lagos de la ciudad india de Ahmedabad es un ejemplo de aplicación del juego de rol. Los lagos están rodeados de asentamientos informales que usan y, asimismo, contaminan el agua. Propietarios inmobiliarios y otros agentes de la zona están interesados en recuperar los lagos para hacerlos más atractivos como zonas de recreo. Al mismo tiempo, las organizaciones que representan a los pobladores desean lograr servicios ecosistémicos de los lagos para mejorar las condiciones de vida en los asentamientos informales. Al invitar a propietarios inmobiliarios y a representantes de los asentamientos informales a que intercambien papeles y actúen tal y como creen que actuaría la otra parte, se hacen explícitas y analizan las diferencias entre ellos, un requisito necesario para poder alcanzar un acuerdo en torno a cómo desarrollar la zona.

Alexander HellquistDirector de Programa

Centro Sueco Internacional de Educación para el Desarrollo Sostenible. Universidad de Uppsala

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